Pese a los cálculos del oficialismo, Jorge Herrera, diputado del Partido Panameñista y exalcalde de Aguadulce, fue electo presidente de la Asamblea Nacional. Su triunfo selló una derrota inesperada para la candidata oficialista, Shirley Castañedas, quien era respaldada por Realizando Metas (RM) y el Partido Revolucionario Democrático (PRD), y dejó en evidencia que el matraqueo político, las negociaciones y presiones no siempre aseguran el control.
En su discurso, Herrera apeló a una narrativa personal centrada en sus orígenes y en la promesa de una Asamblea más cercana y menos opaca.

“Soy un hombre de una profunda vocación municipalista”, dijo desde la tribuna, minutos después de recibir el voto de confianza de 37 diputados. “Fui mensajero, chofer, recaudador de impuestos... Esto me ha permitido conocer de cerca las realidades de cada una de nuestras comunidades”, añadió.

Elección de infarto
El tono marcó un contraste directo con el clima de tensión que envolvió la elección. Shirley Castañedas, la candidata de RM y el PRD, no logró consolidar la mayoría necesaria. Varios diputados reconocieron públicamente que la sesión se retrasó por horas debido a las presiones para que Castañedas alcanzara los votos.
La votación, que debía iniciar a las 8:30 a.m., se pospuso hasta las 1:14 p. m. En ese lapso, la Asamblea se convirtió en un hervidero de negociaciones. Castañedas incluso acudió al Palacio de las Garzas, sede del Ejecutivo, en lo que se interpretó como una señal de que el presidente José Raúl Mulino intentaba inclinar la balanza.
No fue suficiente. La alianza opositora, compuesta por diputados de Vamos, Cambio Democrático, Panameñismo, Seguimos, la bancada mixta y el Partido Popular, cerró filas y llevó a Herrera al poder legislativo con 37 votos. La candidata de RM y el PRD obtuvo el respaldo de 34 de sus colegas.

‘Una Asamblea más transparente y sin botellas’
Desde el primer minuto, Herrera delineó una agenda institucional. Prometió revisar el reglamento interno de la Asamblea, eliminar las llamadas “botellas” (personas que cobran pero no trabajan), impulsar la digitalización de procesos y rendir cuentas al final de cada periodo legislativo. También anunció la creación de una junta directiva ampliada para definir metas legislativas mensuales con foco en tres temas: empleo, agua y lucha contra la corrupción.
“Nuestro compromiso es legislar cara al pueblo panameño”, dijo. “Tenemos la oportunidad de hacer que la Asamblea se acerque más al pueblo, escuche con atención las voces de quienes, desde cada rincón del país, claman por justicia social”, añadió.
Herrera agradeció a los diputados que no lo apoyaron. A Shirley Castañedas, su contrincante, le dedicó una frase que llamó la atención por su tono conciliador: “Gracias, porque ustedes también hacen la democracia”.

Una victoria con ecos más allá del pleno
Aunque el discurso evitó confrontaciones, el contexto político fue imposible de ignorar. Varios diputados lo dijeron con claridad: la derrota de Castañedas fue también una derrota de Ricardo Martinelli, expresidente asilado en Colombia y fundador de RM, cuya influencia en la bancada de RM sigue siendo notoria.
“Voto para que la Asamblea no tenga ninguna influencia desde Colombia”, dijo Ernesto Cedeño, del Movimiento Otro Camino (MOCA), en referencia directa a Martinelli.
Otros, como Jonathan Vega, de Vamos, fustigaron al PRD por su rol en el quinquenio pasado. “Se repartieron 178 millones en becas brujas”, afirmó. “Ustedes aprobaron el contrato minero, endeudaron al país”, les gritó.
La derrota de Castañeda también refleja un desequilibrio en las relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo en el primer año del gobierno de Mulino. Aunque el mandatario no participó abiertamente en la contienda, la visita de Castañedas al Palacio de Las Garzas y la intervención de su entorno político fueron ampliamente comentadas.
Del interior a la presidencia
Herrera usó buena parte de su intervención para reivindicar su trayectoria desde los gobiernos locales. Aseguró que los municipios son “la primera línea de atención a las comunidades”, y que el desarrollo sostenible debe partir “desde lo local”. Defendió la descentralización como política pública y recordó sus tres periodos como alcalde del distrito de Aguadulce.
“Recorrí con orgullo cada nivel del gobierno local”, dijo. “Hoy reafirmo mi compromiso de trabajar por una Asamblea de puertas abiertas, donde cada voz sea escuchada”, añadió.
Su discurso, de más de veinte minutos, cerró con una imagen que parecía dirigida tanto a sus colegas como al país: “Así como salimos orgullosamente a apoyar a nuestra selección, apoyemos esta gestión desde la Asamblea y trabajemos coordinadamente con el Gobierno Nacional para echar leyes positivas que reactiven la economía”.
Para ahora, la oposición celebra su inesperado triunfo. Pero Herrera enfrenta desafíos importantes: liderar una Asamblea desacreditada ante la ciudadanía que requiere cambios urgentes. En sus propias palabras: “Nos quedan cuatro años. Cuatro años para vestir la camiseta de Panamá”.