Ningún error es justificable en la escritura. Errar es de humanos, sin embargo vamos a ahuyentar el yerro diciéndole: “No pasará”.
En tiempos de instantaneidad, en las plataformas virtual y de papel se ha apoderado el gazapo. Se calcula que el mundo debe estar por finalizar, y se anda como alma que lleva el diablo, y, por lo tanto, y brilla por su ausencia la revisión a ciencia y conciencia de aquello que será de dominio público.
Es la moneda corriente de políticos y otros profesionales que exponen su pensar y sentir a través de Twitter, Facebook y otras redes sociales. No sé quién ha otorgado tantas licencias para presentar ante la faz pública internacional tanto desacierto.
De la moda, protagonizada por los políticos ´tuiteros´, se han contagiado escritores de libros de urgencia, que en una carrera por publicar de inmediato estropean la gramática y el buen decir. En público, con flatulencia y en pleno bostezo. “Pederse” no rima con pedofilia, que es otra historia lamentable.
Estamos amolados.
La condensación del texto es un imperativo de esta época. Incluya solo aquellas palabras que aporten significado. Se calcula que en internet el espacio para un escrito es un tercio más pequeño que en la plataforma de papel.
Revise y vuelva a revisar su escrito. Si es figura pública o pretende serlo, invite a otra persona, de preferencia un editor profesional, que lo lea antes te publicarlo. No se fíe del todo del editor profesional, que a veces está cansado y pensando en pajaritos preñados. Menos el del diario La Prensa.
Cuando el gazapo lo han visto centenares y hasta miles de usuarios -lectores, cibernautas o no-, es demasiado tarde, y la credibilidad estará menoscabada, como la de varios precandidatos presidenciales, que recolectarán votos, menos por una escritura envidiable.
La corrección de estilo implica poseer conocimiento gramatical y estilístico y, además, una lupa enorme, una habilidad para encontrar agujas en un herbazal. Nunca se queda bien en el ciento por ciento. Si un inesperado duende se atraviesa en el texto, es difícil ahuyentarlo. Quien introduce el error es el responsable.
En redacciones de periódicos, debía compensar una multa en metálico el propietario de una errata. Que no es el corrector. Si se implantase esa modalidad, hoy podría ahorrarse para una pantagruélica fiesta de Navidad en distintos escenarios profesionales.
En beneficio de Chávez, nunca he encontrado un desliz gramatical en sus mensajes a través de Twitter. Debe tener un equipo de correctores. Es plausible ese cuidado.
En Twitter, Facebook o cualquier otra red social, estudie primero la idea central que irá a transmitir, barajéela, redondéela y póngala a rodar. Evite escribir textos en letras cursivas, simplificaciones, abreviaturas o todo en mayúscula. No me grites, atrevido. La tuya. Aunque sea premiable, le resta mérito.
Personas sin criterio, aunque con responsabilidad política, social y cultural, alardean del exabrupto de que el lenguaje del mensaje de texto y la mensajería instantánea debe ser trasladado a la comunicación a través de las redes sociales y, en general, de internet.
A cualquiera se le muere un tío. Por si las moscas...