En la mayoría de los pueblos hay personajes conocidos por todos los habitantes, que derivan su popularidad de características especiales. Son sujetos extrovertidos que circulan libremente y muchas veces se distinguen por su sentido del humor o por alguna habilidad peculiar. En las ciudades sucede algo similar, pero, debido a la mayor población, el personaje es conocido por un porcentaje menor de personas y, usualmente, en áreas específicas.
En la ciudad de Panamá se dio este fenómeno, por eso escribo este artículo, dedicado a personajes de mediados del siglo pasado o principios de este siglo XXI.
Chaflán

El nombre de pila de Chaflan era Cándido Natalio Díaz. Vivía en El Chorrillo y conoció a Roberto Mano de Piedra Durán cuando este era un niño. Contaba Durán que la muchachada acostumbraba seguir a Chaflán para ver y escuchar sus morisquetas y locuras.
La particularidad de Chaflán era ser una especie de bufón callejero que hacía gestos y movimientos graciosos para hacer reír a los demás. Incluso fue contratado por almacenes de la avenida Central como atractivo para atraer clientes potenciales (algo que vi con mis propios ojos allá por 1978).
Cuando Durán se hizo famoso, siempre lo mantuvo en su entorno. Existen fotos de ambos en Nueva York, adonde Durán lo llevó como invitado.
Pelúa
Desde niño recuerdo a esta persona. Cuando acompañaba a mi abuela Sofía a la iglesia de Cristo Rey, siempre nos encontrábamos con Pelúa, que merodeaba en ese sector de Bella Vista.
Se acercaba silenciosamente a las personas con las manos extendidas, pidiendo ayuda monetaria. No tenía reparos en interrumpir conversaciones, fiestas, reuniones o funerales.
La mayoría de las personas lo toleraba; si alguien mostraba rechazo, Pelúa sencillamente se daba la vuelta y se iba a hablar con otros.
Su fama fue tal que, cuando un evento reunía a mucha gente, se decía: “estaba hasta Pelúa”.
Siempre tuve curiosidad por saber dónde vivía, dormía o comía. Quizás alguno de quienes leen este artículo lo sepa.
Maní Campeón
Era un vendedor de maní famoso en los juegos de béisbol del estadio Juan Demóstenes Arosemena. Mi tío, el Dr. Rubén Fábrega, nos llevaba a esos partidos, y pude presenciar cómo “Maní Campeón” vendía sus bolsitas lanzándoselas a los clientes, que debían atraparlas al vuelo. El pago se hacía pasando las monedas de mano en mano hasta llegar a él.
Se llamaba Reinaldo Beckford Miller, colonense criado en El Marañón. Llevaba sus bolsas en una bandeja colgada al cuello, sobre la cual escribía frases jocosas. Cientos de personas lo recuerdan con cariño.
Los carretilleros

Por la casa de mi abuela Sofía, en Bella Vista, pasaban carretilleros pregonando el cambio de naranjas o mangos por botellas vacías.
Las carretillas eran armatostes de madera con ruedas. Cumplían un papel esencial en el abastecimiento doméstico y se surtían en el Mercado Público.
El profesor y periodista Edgardo Murgas Álvarez escribió que, de noche, estas carretillas se alquilaban como dormitorios rodantes por un peso la noche. También se usaban en mudanzas y, en casos extremos, como carros fúnebres.
Recuerdo a un carretillero llamado Pata de Loro, famoso por criticar en voz alta a políticos, denunciar la pobreza que empujaba a muchas mujeres a la prostitución y condenar la violencia doméstica. Fue, en su modo, un defensor de los derechos de los oprimidos.
Los carturcheros
Se les llamaba “cartucheros” o “be bops”. Recorrieron barrios cargando pesados cartuchos con víveres y mercancías de los comisariatos de la Zona del Canal.
No era un comercio barato, sino exclusivo: muchos productos no se conseguían en supermercados. Los cartucheros colocaban esos artículos codiciados en la parte superior de sus cartuchos para venderlos rápido.
Vi cartucheros en La Exposición, Bella Vista y la Vía España hasta los años 1990.
Los limpiabotas
Había dos tipos: los de silla fija y los que recorrían calles y parques. Entre estos últimos, muchos eran niños que trabajaban, sobre todo, los sábados. Usaban cajitas de madera con cepillos, betunes Kiwi y trapos.
En la Plaza Catedral conocí al célebre Panchito, el limpiabotas filósofo. Mientras lustraba zapatos reflexionaba sobre la vida. Algunos nos limpiábamos los zapatos solo para escucharlo.
Afiladores de cuchillos
Estos personajes, casi todos españoles, se anunciaban tocando una flauta característica. Viajaban en bicicleta con un esmeril.
La mayoría era originaria de Orense, Galicia, donde este oficio tenía gran tradición. Hoy son solo un recuerdo.
Reflexión final
Los personajes de ciudad han ido desapareciendo. Las vivencias personales y tangibles han sido reemplazadas por la televisión, internet y las redes sociales.
No es que hoy no existan personajes populares, pero el contacto con ellos es distante e impersonal. Aristóteles afirmó que el ser humano es sociable por naturaleza. Las formas de comunicación cambian, pero siempre habrá personajes que nos recuerden que la ciudad también se cuenta a través de sus figuras más singulares.