El 11 de julio, los gremios docentes de Panamá se enfrentaron a una encrucijada histórica. Tras casi tres meses de huelga en rechazo a la Ley 462, que reformó el sistema de jubilaciones de la Caja de Seguro Social, el Ministerio de Educación (Meduca) alcanzó un acuerdo con parte de los dirigentes magisteriales.
El pacto, que permitiría la reactivación de las clases mañana 14 de julio, fue celebrado por algunos, pero rechazado por otros, generando una profunda división en el sector magisterial.
El acuerdo, que ponía fin a un paro que dejó a miles de estudiantes sin clases, no contó con la unanimidad de los gremios involucrados. Los gremios como la Asociación Movimiento Gremialista de Educadores de la República de Panamá (Asomogrep), la Asociación de Educadores Veragüenses (AEVE), la Asociación de Profesores de Panamá (Asoprof) y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (Sinte), se abstuvieron inicialmente de firmarlo.
Sin embargo, con el paso de las horas, Asomogrep y AEVE decidieron ayer sábado sumarse al acuerdo luego de consultar con sus bases, aunque con notables reservas y desconfianza hacia la negociación con el Meduca.
El sabor a traición
Uno de los primeros en manifestar su frustración fue Alberto Díaz, secretario general de Asomogrep. Díaz expresó que se sentía traicionado por el modo en que se gestionó la firma del acuerdo. En un mensaje a sus compañeros, dijo: “nosotros estábamos consultando con nuestras bases, así también lo realizaban nuestros compañeros de AEVE y Asorprof. Y de repente nos enteramos por la televisión que otros compañeros estaban firmando”, resaltando su molestia por no haber sido consultados previamente.
A pesar de que Díaz aclaró que la palabra “traición” era una opinión personal y no representaba la postura de toda la organización, su mensaje reveló una fractura interna dentro de los gremios.
Para muchos en Asomogrep, la firma del acuerdo fue apresurada y tomada sin el respaldo legítimo de las bases que sostuvieron la lucha en las calles durante todo el paro.
Buscando la transparencia
En el otro lado de la balanza, Luis Sánchez, secretario general de AEVE, adoptó una postura más conciliatoria. Defendió la firma del acuerdo, asegurando que no representaba una traición al movimiento magisterial. “Que quede claro, esto no es un acto de traición al movimiento. Esto se llama respeto a la parte magisterial y transparencia”, expresó Sánchez, haciendo hincapié en que, a pesar de firmar, los derechos de los trabajadores, incluidos los derechos a huelga, seguían intactos.
Sin embargo, la situación no estuvo exenta de tensiones dentro de AEVE. Algunos miembros del gremio no estaban convencidos con la decisión, ya que consideraban que deberían haber mantenido una postura más firme ante el Meduca, en lugar de ceder a las presiones.
Aún más incierta es la postura de la Asoprof, y el Sinte, que, hasta la fecha, no han decidido si firmarán o no el acuerdo. Esta falta de claridad genera incertidumbre, lo que podría profundizar la división dentro del movimiento magisterial. A medida que la situación avanza, la brecha parece estar creciendo.
El regreso a clases este 14 de julio será un hito importante no solo porque marque el fin del segundo paro docente más largo de la historia, sino también porque pondrá a prueba la unidad de los gremios.
Si bien la mayoría de los gremios firmaron el acuerdo, el proceso y la falta de consenso dentro del sector han dejado heridas abiertas. La desconfianza persiste, y el futuro del movimiento magisterial panameño dependerá de si logra superar estas divisiones o si, por el contrario, la fragmentación y la desunión seguirán debilitando la lucha de los educadores.