A medida que crece la preocupación por la contaminación del río La Villa —principal fuente de agua para las provincias de Herrera y Los Santos—, el Ministerio de Salud (Minsa) ha llamado a la calma. Según la institución, el agua que actualmente se potabiliza en las plantas Roberto Reyna (Herrera) y Rufina Alfaro (Los Santos) es segura para el consumo humano.
“El agua que estamos distribuyendo es totalmente apta para el consumo. No hay riesgos para la salud de los ciudadanos”, aseguró Alejandro Arze Moreno, director nacional del Subsector de Agua Potable y Alcantarillado Sanitario (Disapas) del Minsa.
Añadió que ambas plantas están operando al 75% de su capacidad, lo que garantiza un suministro constante de agua tratada. Además, se han intensificado los monitoreos de calidad en toda la red de distribución.
Desde el 27 de mayo, técnicos del Ministerio de Ambiente (Miambiente) han estado inspeccionando puntos críticos de la cuenca, como el vertedero de Macaracas y tramos de los ríos La Villa y Estibaná. La prioridad: identificar posibles fuentes de contaminación, como granjas porcinas, y evaluar indicadores como coliformes fecales, turbidez y sedimentos.

“Estamos comprometidos con la protección del agua que consumen nuestros ciudadanos. Nuestro equipo continúa en el terreno recopilando información científica y exigiendo medidas correctivas a quienes incumplen”, publicó Miambiente en su cuenta de X.
A lo largo del río Estibaná, subcuenca del río La Villa, las aguas ya no corren limpias. Las inspecciones realizadas la semana pasada por el Minsa confirmaron lo que los moradores de Herrera y Los Santos han denunciado durante años: el corazón hídrico de la región está enfermo, especialmente en su parte media y baja. Y los responsables tienen solo 72 horas para actuar, según las medidas dictadas por el Minsa.

En estos tramos del río —claves para la agricultura, la ganadería y el consumo humano— se han detectado fuentes serias de contaminación.
“Vamos a cerrar las instalaciones que sea necesario cerrar”, advirtió el ministro de Salud, Fernando Boyd Galindo, tras recorrer la zona. “Este es un problema de muy vieja data que vamos a resolver de raíz”.
En medio de esta crisis ambiental, las comunidades esperan que, por fin, llegue una respuesta firme. Durante años, el agua ha arrastrado residuos, olores insoportables y promesas sin cumplir. Los niños ya no se bañan en el río como antes. Las familias temen por su salud.
Desde el martes 27 de mayo nuestro equipo técnico realizó un recorrido de inspección en el vertedero de Macaracas, así como una inspección en el cauce a lo largo de 20 kms del río La Villa y en el cauce de 19 km del río Estibaná, dos fuentes hídricas esenciales para Azuero. pic.twitter.com/NNCIOiIHdH
— Ministerio de Ambiente de Panamá (@MiAmbientePma) June 2, 2025
Mientras las autoridades prometen soluciones de fondo, los habitantes siguen esperando que el río vuelva a ser lo que fue: fuente de vida, no de preocupación. La salud pública y el futuro ambiental de la región están en juego.
Metales pesados: una amenaza silenciosa
Más allá de la materia orgánica, investigaciones científicas han revelado la presencia de metales pesados —plomo, cadmio, arsénico— en los suelos, sedimentos y aguas de la cuenca del río La Villa. Estos hallazgos provienen del estudio “Extracción secuencial de metales pesados en suelos y sedimentos de la cuenca del río La Villa de Panamá”, financiado por la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Senacyt).
La investigación fue liderada por José Ezequiel Villarreal-Núñez y Jhon Alexander Villalaz-Pérez, del Instituto de Innovación Agropecuaria de Panamá (Idiap) —entidad pública especializada en ciencia agropecuaria—; Adolfo Santo-Pineda, del Centro Regional Universitario de Los Santos de la Universidad de Panamá; y Neldis Ballesteros, de la Universidad Católica Santa María La Antigua (Usma).
Durante 2016 y 2017, el equipo recolectó 41 muestras, tanto en época lluviosa como en época seca, para evaluar suelos agrícolas destinados a cultivos como caña de azúcar, maíz, tomate, melón y pasto para ganado.
Estudios cientificos han demostrado contaminacion severa del RIO LA VILLA por METALES PESADOS:https://t.co/AHZ2oQpQ5A@juancanavarro pic.twitter.com/DIXC4sQZfc
— Instituto de Ciencias Médicas, ICM (@ICMPanama) June 1, 2025
“Estos metales no solo contaminan el agua. Se acumulan en los cultivos y entran a la cadena alimentaria”, advierte el estudio.
La persistencia y toxicidad de estos compuestos los convierte en una amenaza para la salud humana y el ambiente, ya que su naturaleza no biodegradable permite que se mantengan activos en el ecosistema durante décadas.
Uno de los hallazgos más alarmantes figura en el estudio “Metales pesados en agua, suelos y sedimentos de la cuenca del río La Villa, Panamá”, que plantea una relación directa entre la contaminación y el uso intensivo de agroquímicos. Se estima que el 90 % de los pesticidas que ingresan al país se destinan a la agricultura.
De acuerdo con los investigadores, cada panameño “consume (no necesariamente ingiere) unos 3 kilogramos de agroquímicos al año”, una cifra que sextuplica el promedio centroamericano.
Los expertos también advierten que metales como el plomo y el arsénico, aunque poco solubles en agua, tienden a acumularse en los sedimentos. Otros —como el cromo y el cadmio— provienen directamente del agua utilizada para el riego, afectando cultivos y suelos agrícolas.
Un compromiso compartido
Aunque las autoridades reiteran que el agua potable distribuida actualmente es segura, el desafío ambiental persiste. Tanto el Minsa como Miambiente han reforzado la vigilancia técnica y el monitoreo de posibles focos de contaminación.
Pero también se necesita la participación ciudadana. Proteger las fuentes hídricas es una responsabilidad colectiva. El uso responsable del agua, la fiscalización de prácticas agrícolas y la presión social para exigir políticas ambientales sostenibles son pasos clave.
“A pesar de los desafíos, estamos trabajando incansablemente para asegurar que todos reciban agua potable segura. Pedimos a la población que continúe cooperando con nuestras acciones de control”, concluyó Miambiente.
Mientras las instituciones estatales avanzan con inspecciones, sanciones y medidas correctivas, la ciencia advierte que la contaminación de la cuenca del río La Villa no es un problema puntual ni reciente. Se trata de una amenaza silenciosa que exige un cambio estructural en el uso de agroquímicos, la gestión ambiental y la vigilancia de nuestras fuentes de agua.