La fiebre oropouche ha resurgido en Panamá después de más de 30 años desde su última detección. Recientemente, se detectó un caso en un hombre de 31 años. Aunque no se considera motivo de alarma, las autoridades y expertos en salud advierten sobre los riesgos asociados al virus, especialmente en mujeres embarazadas, ya que podría estar vinculado con la muerte fetal y el desarrollo de anomalías congénitas.
Sin bien se considera menos grave que el zika, el chikungunya o el dengue, la fiebre oropouche puede causar complicaciones serias en casos raros, como daño neurológico e incluso la muerte. El virus se transmite principalmente por el jején (Culicoides paraensis) y, en menor medida, por el mosquito Culex quinquefasciatus, lo que ha impulsado a las autoridades a reforzar la vigilancia epidemiológica para prevenir su propagación.
El virólogo y epidemiólogo del Instituto Conmemorativo Gorgas de Estudios de la Salud (Icges), Jean Paul Carrera, recordó que el 24 de agosto de 1989, el laboratorio Gorgas investigó un brote de fiebre oropouche en la comunidad de Bejuco, Chame, donde se reportaron síntomas similares al dengue. Tras analizar muestras de suero de tres pacientes, se confirmó la presencia del virus. En total, el Gorgas procesó 191 muestras de Bejuco y del área metropolitana, de las cuales 14 resultaron positivas al virus.
Entre julio y septiembre de ese año, se notificaron 70 casos de fiebre en Bejuco, y un estudio serológico posterior reveló que el 25% de la población había estado expuesta al virus, sugiriendo su circulación endémica en la región durante ese periodo, detalló.
El oropouche es común en zonas selváticas y pantanosas de América Latina, donde aves y mamíferos, como los perezosos, actúan como reservorios del virus, manteniendo su presencia en el ambiente y representando un desafío para la salud pública.
Factores que favorecen al vector
El infectólogo, epidemiólogo e investigador clínico Xavier Sáez-Llorens sostuvo que lo más preocupante de la fiebre oropouche es que la infección en mujeres embarazadas puede asociarse con la muerte fetal y el desarrollo de anomalías congénitas.
Detalló que el cambio climático y la acumulación de basura favorecen la proliferación del vector Culicoides paraensis (jején) y, en menor medida, el Culex quinquefasciatus, mientras que el tránsito y la migración de personas procedentes de áreas endémicas introducen el virus en nuestro territorio.
Es importante recordar que el virus es endémico en áreas selváticas y pantanosas, donde es transportado por aves y mamíferos que actúan como reservorios, manteniendo su circulación y contagiando a los seres humanos que habitan o transitan por estas zonas. Las recientes inundaciones han favorecido la persistencia de las arbovirosis, especificó.
Existen cuatro genotipos identificados (I, II, III, IV). Se considera que el genotipo III ha sido el detectado en Panamá hasta la fecha, agregó Sáez-Llorens.
La fiebre oropouche es una enfermedad viral que provoca síntomas como fiebre alta, dolor intenso de cabeza, fotofobia (sensibilidad anormal a la luz), dolores musculares y articulares, y, en algunos casos, erupciones cutáneas.
De acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), los síntomas suelen durar entre 2 y 7 días, aunque en algunos pacientes pueden reaparecer días o semanas después.
Xavier Sáez-Llorens, investigador clínico.
El cambio climático y la acumulación de basura favorecen la proliferación del vector Culicoides paraensis (jején)”.
Aunque las complicaciones graves son poco frecuentes, en casos más severos la enfermedad puede evolucionar hacia meningitis, la cual generalmente se manifiesta en la segunda semana y prolonga la recuperación.
Actualmente, no existe un tratamiento específico para el virus. Los CDC recomiendan descanso, hidratación adecuada y el uso de analgésicos como acetaminofén para aliviar el dolor y la fiebre.
En los casos más graves, podría ser necesaria atención médica adicional o incluso hospitalización. El diagnóstico de la fiebre oropouche se realiza mediante pruebas de laboratorio, ya que no existe una prueba rápida disponible.
Este arbovirus perteneciente a la familia Peribunyaviridae, fue identificado por primera vez en 1955 en Trinidad y Tobago, en una región conocida como la Vega de Oropouche. Su primer brote significativo ocurrió en 1961 en Belém do Pará, Brasil. Desde entonces, se han registrado al menos 30 brotes en diversas áreas de la cuenca amazónica.
En mayo de 2024, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) reportó al menos 5,000 casos en Bolivia, Brasil, Colombia y Perú, incluyendo áreas donde el virus no había sido detectado anteriormente.