Artemis Ghasemzadeh, una joven migrante iraní de 27 años, ha atraído la atención mundial luego de escribir la palabra “Help” (“Ayuda”) en la ventana de su habitación en el Hotel Decápolis, en la ciudad de Panamá, utilizando un pintalabios.
Su historia, marcada por su escape de Irán debido a la persecución religiosa y su posterior deportación a causa de las políticas migratorias del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha tocado profundamente el corazón de muchas personas. Hoy, Artemis forma parte de los 103 migrantes que se encuentran en la estación transitoria de migrantes en San Vicente, en la provincia de Darién.

Su travesía comenzó en 2019, cuando, durante varios años, tomó la valiente decisión de convertirse del islam al cristianismo. Este proceso fue facilitado por una red iraní de iglesias clandestinas y clases secretas por internet. Tres años después, se bautizó, un momento que describe como una “renovación espiritual” en su vida.
El acto de convertirse al cristianismo en Irán fue un riesgo enorme, ya que, según la ley islámica de la sharía, la apostasía es considerada blasfemia, y el castigo por ello es la muerte. De hecho, varios de sus compañeros de estudios bíblicos fueron arrestados. En diciembre, Artemis decidió huir hacia Estados Unidos en busca de una vida libre de miedo. “Quería vivir sin miedo, vivir sin que nadie quisiera matarme”, expresó en varias entrevistas telefónicas a medios con The New York Time.
A finales de diciembre, Artemis y su hermano Shahin partieron de Irán con la esperanza de llegar a Estados Unidos, conscientes de las estrictas políticas migratorias del presidente Trump, aunque confiaban en que solo afectaban a los delincuentes.
Tras viajar por Abu Dabi, Corea del Sur y México, se encontraron con un contrabandista de personas que les cobró $3,000 a cada uno para llevarlos a Tijuana. En la oscuridad de la noche, el contrabandista les indicó una escalera cerca del muro fronterizo y les dijo: “Vete, trepa por la pared y vete, rápido”. Cuando sus pies tocaron el suelo estadounidense, Artemis no pudo evitar llorar.
“Se acabó, por fin estamos aquí”, le dijo a su hermano. Pero su euforia fue breve: minutos después, fueron detenidos por agentes fronterizos y separados. Desde entonces, no ha vuelto a ver a su hermano.
Artemis asegura que explicó repetidamente a las autoridades que era una cristiana convertida de Irán que solicitaba asilo. Junto con otros nueve cristianos conversos iraníes, incluyendo tres niños, se encuentra entre los migrantes en San Vicente, sin un destino claro.
A pesar de que las personas perseguidas por motivos religiosos pueden solicitar asilo, ella y los suyos se han visto atrapados en la campaña de deportaciones del gobierno de Trump, que busca cerrar la frontera sur. “No merecemos esto. Estamos en un lugar donde nos sentimos indefensos”, comentó Artemis. “Estoy esperando que se oigan nuestras voces, que alguien nos ayude”.
Sobre su situación, el ministro de Seguridad Pública, Frank Ábrego, informó que el Organismo Internacional de Migraciones y la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados están buscando un tercer país para ella (Artemis).
“Ella quiere regresar a Estados Unidos, pero los organismos internacionales están buscando opciones en otros países ”, dijo Ábrego. Actualmente, en el Hotel Decápolis hay unas 128 personas que han aceptado su retorno voluntario.